lunes, 17 de junio de 2013

El precio de ser un galán

Es febrero, mediados de los años 70 en Oruro, una procesión de bailarines vestidos de colores llamativos y trajes brillosos danzando por las calles de tierra ha hechizado a grandes y chicos. Se mueven al ritmo de Carnaval.

El sol encandila a los mirones, más cuando las lentejuelas reflejan los rayos de luz, pero eso no es motivo suficiente para apartar a Carlos Parra de la primera fila, tiene siete años, es más blanco que su madre, una señora de pollera y trenzas largas que cuelgan a ambos lados de su cabeza.

Está maravillado viendo bailar a Ofelia, famosa bailarina de caporales de las entradas del Carnaval de Oruro y del Gran Poder. Le impresionó su peluca, su busto y sus uñas largas plateadas. “Supe que eran hombres porque mi mamá me lo dijo: ‘Esos son hombres, hijito’. Y yo decía para mis adentros que quería ser así algún día”.

El verdadero nombre de Ofelia es Carlos Espinoza, quien junto a Peter Alaiza (Barbarela) eran hombres que bailaban vestidos de mujeres y eran la sensación, en la única ocasión en la que ser varones y vestir de chicas les era permitido sin el dedo acusador o la mirada inquisidora.

Un año después Carlos Parra ya estaba bailando en la entrada del Carnaval, pero no como hubiese querido, tal vez por eso en su foto vestido de caporal tiene una cara de pocos amigos, más bien parece enojado, ataviado con un traje amarillo bordado por su madre en persona, con botas de terciopelo negras, sombrero y chicote. Nada que ver con el maravilloso traje de china morena ceñido al cuerpo, guantes, botas por encima de las rodillas e interminables pestañas postizas de sus fantasías.

Ese fue solo un episodio de tantos a lo largo de su vida que lo único que hizo fue reafirmarle que él sería diferente.

Cuando terminó el colegio, su madre decidió que lo iba a enviar a La Paz para alejarlo de sus amigos maricas. Allá el destino lo terminó relacionando con travestis y lesbianas. Fue en la sede de Gobierno donde con regocijo pisó un boliche en el que los hombres se daban besos en la boca.

Pero antes de eso se fue becado por la embajada de Francia a ese país a hacer un posgrado en idiomas (habla inglés y francés), por eso, como agradecimiento, cuando se asumió como ‘trans’ se llamó París y se puso por apellido Galán, en honor a Diana Sofía Galán (nombre artístico), un transformista que le enseñó a ser como él a finales de los 90.

Actualmente París camina por las calles de La Paz y no se inmuta ante las miradas curiosas en algunos casos, y recriminadoras en otros. Está vestido de pantalón ancho de tela estampado con los dibujos de Snoopy, una polera negra, bufanda de colores rojo, amarillo y azul, sobre la cabeza lleva una boina bordada en lentejuelas negras y colgando de un hombro, cruzando el pecho, una bandolera donde guarda sus dos celulares y una ‘tablet’ porque vive enganchado a las redes sociales. Todo en él grita irreverencia mientras camina sintiéndose una personalidad, famoso porque sale en la TV, ha hecho radio y cada que hay que hablar sobre el VIH sida, homosexualidad u otros asuntos sociales polémicos, ha sido el primero en ponerse peluca y botas de 30 cm de taco para llamar la atención y a la reflexión.

Un día con París es suficiente para darse cuenta de que ama ser el centro de atención y también del pequeño clan que ha armado en torno suyo, La familia Galán, una treintena de hombres y mujeres que se identifican con lo ‘trans’ y que mutuamente se apoyan.

Ser famoso tiene su precio. Dar la cara y asumir su sexualidad más aún. Pagó con la moneda más cara, sufriendo la muerte de dos compañeros con sida. Aun así se cree más feliz siendo honesto frente a la hipocresía de una sociedad que todavía lo ve como ‘bicho raro’. Confiesa que nunca se casaría porque no necesita papeles para complicarlo todo y jamás adoptará, es muy egoísta como para estar al cuidado de otro ser.

Amor

¿Cuántos novios tenés?

No tengo ahora. Pero soy de tener parejas formales y de vivir con ellas. El primero fue Marco, que desafortunadamente falleció, era de Yungas. Mi segunda pareja fue David, que vive en Sucre, lo conocí por una red social y fuimos pareja por casi tres años, luego de él apareció Mirko y vivimos seis meses juntos. Después surgió la relación más significativa de mi vida, con Willie, un profesional muy exitoso, ahora es funcionario de Gobierno con un buen cargo…no lo voy a delatar por razones políticas (risas). Ya no somos pareja, pero todavía tenemos una relación muy cercana porque vivimos en la misma casa su actual pareja y yo, así de civilizados somos.

Siempre he pensado que todo tiene un principio y un final, puede ser más tarde o más temprano y en una relación de pareja es lo mismo. No me conflictúo con eso, no me corto las venas, no lloro en los rincones, si terminó, vuelco la página y empiezo otra.

Hasta ahí mis relaciones de pareja formales, y bueno, pretendientes muchos, tal vez suene hasta arrogante, pero hay quienes se imaginan diferentes versiones de París por lo público que soy. Piensan que soy un travesti y quisieran tener una pareja travesti famosa. Yo les digo que no soy un travesti, soy transformista, soy ‘drag queen’ (hombre que se viste y actúa como una mujer de rasgos exagerados, que se burla de las nociones tradicionales de la identidad de género y los roles).

No es que de día sea Carlos, como muchas veces lo han dicho algunos periodistas, y de noche sea París, dando a entender que tengo una doble vida. Es más, yo cada vez me asumo más como París. Indistintamente, la gente me puede decir las dos cosas. Hay muchos hombres que imaginan a la París como una travesti famosa que quisieran alcanzar y yo siempre les hago bajar de esa nube. También hay los que me rehúyen por ser tan visible. Es el precio de la fama, pero no es un tema que me conflictúe.




Sin caretas, peluca ni maquillaje

¿Qué dice tu carné de identidad en cuanto al nombre, profesión y edad?

Dice Carlos Felipe Parra Heredia, que son los nombres que me pusieron mis padres. Me gustan y los valoro mucho. En mi ocupación figuro como estudiante porque no he llevado mis certificados de informático ni de lingüista. También dice soltero, que es lo más importante. En la fecha de nacimiento está escrito 5 de febrero de 1968, que es una fecha de mucha fiesta. Siempre me toca en pleno Carnaval o en los días previos y bueno, eso me gusta.

¿Tuviste crisis de identidad antes de salir del clóset?

Nunca viví ese proceso de salir del clóset. A los 15 creé mi equipo de voleibol en Oruro. Yo era fanático de un equipo femenino de Perú que se llamaba Power, eran unas negras alucinantes, tenían el mejor voleibol del mundo y yo soñaba con ser una negra así. Creamos el equipo con mi hermano, que también es gay o marica, dos maricas que jugaban muy bien, un sobrino que parece que es marica, un amigo que creo que era el novio de mi hermano y yo. Nuestro uniforme era de infarto porque eran unos shorts a media nalga y todos decían: “Han llegado las locas”, pero nos dábamos a la par con los otros, éramos buenos.

Todo el mundo sabía lo que yo era, me decían La Parra. Siempre fui así, visible, fui transgresor y me junté con gente transgresora.

¿Tu madre tuvo oportunidad de ver todo el proceso de tu transformación?

No, porque falleció. Ella es el ejemplo de lucha que yo sigo porque se quedó viuda a los 42 años con 11 hijos y nos hizo estudiar a todos.

¡Cómo es el destino!, cuando salí bachiller me trajo a La Paz, justo a una casa donde había maricas. A la primera china morena (bailarina de caporales) la conocí cuando llegué a La Paz. Así fue como empecé a tener mis primeras amigas travestis y mis primeros contactos con la comunidad homosexual, era el año 86.

¿Cómo se fue dando la transformación?

Cuando llegué de Francia después de mi beca no tenía ni idea de que en La Paz podría haber boliches gay. Encontré uno que se llamaba Bronx, en Sopocachi. Ahí conocí a unos chicos con los que consolidamos un grupo que se llamó Las Galán. Éramos cuatro: Diana, Leonela, Sabrina y París. ¿Qué hacíamos? De todo, nos íbamos a bolichear, ahí nos hablaban para hacer show y nos pagaban 20 dólares. Entonces con esa plata comprábamos tela para hacer los trajes, Sabrina y Leonela eran costureras innatas, Diana era bailarín clásico, él hacía todas las coreografías y yo, que trabajaba, ponía el dinero para los tacos y el maquillaje. Era una familia chiquita y nos reuníamos en mi casa.

Eso generó fascinación en la gente. Participábamos en los eventos de belleza, en el 98 salí finalista en el Miss La Paz y fui al certamen nacional donde ocupé el tercer lugar. Como impactó mi presencia un chico me hizo una propuesta. Él había vivido en Brasil y me trajo revistas, quería que creáramos el estilo ‘drag queen’ del Carnaval de Río con pelucas de flores y maquillaje superextravagante y a mí me encantó la idea.

Luego lanzamos un evento, la elección de la Drag Queen Bolivia en 2001. Alquilamos un local, pensamos que se ganaría plata, pero cuando hicimos cuentas no habíamos ganado nada, había solo 60 personas en el lugar. En esa época las fiestas se hacían en la clandestinidad porque la gente no asistía para no ser identificada como gay o como lesbiana.

Lo bueno es que ahí estaba una persona que más tarde nos contrató para un evento en la plaza para hablar sobre sida y después viajamos por el país. Fue entonces cuando me catapulté al activismo.

Tengo la pena que mi mamá murió y no vio lo que el resto de mi familia vio y criticó en su momento. Yo salí públicamente como gay en un programa de televisión, lo conducía Jimena Galarza, se llamaba Atrévete.

Salí con nombre y apellido, lo vio mi familia en Oruro y en Santa Cruz y cuando terminó todos empezaron a llamarme, ¿cómo has hecho eso?, ¿por qué no nos avisaste?, me dijeron, y yo les respondí: “Es mi vida”. Fue todo un escándalo. Así, en un principio fuimos Fundación Las Galán, nacimos como un movimiento gay (en ese momento lo era).

¿Y ahora no lo son?

Cada uno nos rebautizamos, pero se sumaron mujeres que también se identificaron con nosotros, así apareció Kaos Galán, Pasión Galán, etc. y se hizo grande la familia. Hay muchos que se han identificado con nuestro movimiento incluso fuera del país, en Chile está Pedro Lemebel, es un escritor marica muy conocido, es uno de los sobrevivientes de la dictadura chilena, escribe cosas muy transgresoras como Crónicas de sidario.

En Argentina está Lohana Berkins, una activista muy conocida. Así la gente se ha identificado con la familia Galán más allá de la sexualidad y del maquillarse por lo que generamos como filosofía de transformación.

Ya no somos un movimiento gay, somos un movimiento ‘trans’, en todas sus formas, desde la más simple, que es el transformismo (maquillarse y ponerse peluca), la transgresión (transgredir normas, imposiciones de género y sexualidad) hasta la transformación, porque hemos transformado nuestras vidas. ¡Cuántas familias hemos transformado comenzando desde las nuestras!


La palabra marica

Me sorprende que pronunciés la palabra marica con tanta naturalidad… en nuestro medio es ofensiva y despectiva.

Yo soy lingüista, marica es el diminutivo de María, ese es el origen de la palabra, ¿en qué momento de la historia se habrá asociado a lo homosexual? No lo sé. Es despectivo porque nosotros lo hacemos, pero hay que deconstruir esa posición.

Lo gay está marcado por factores socioeconómicos, el gay es el chico bonito que se viste bien, que va al gimnasio y de preferencia no es afeminado, es masculino, tiene plata y vive en un barrio bonito. Los que no están en ese grupo son locas, maricas o maricones. Yo no me defino como gay, yo critico y reniego de estas categorías socioeconómicas que son exclusivas y discriminatorias.

En la comunidad TLGB (trans, lesbianas, gais y bisexuales) de Bolivia hay mucha más discriminación interna que externa. Los gais discriminan a las maricas, a los afeminados y a las travestis, no se pueden ver entre ellos. Hay unos juegos medio truculentos en esta interrelación. Entonces yo, ¿por qué me voy a llamar gay si no tengo plata, si no vivo en un barrio chic, si no tengo buen físico de gimnasio y si no uso ropa de marca? Yo tengo mi propia personalidad, yo soy marica.

¿Entonces cómo te definís?

Cuando era adolescente pensaba que quería ser mujer. En la medida que fui creciendo emocionalmente, madurando y tuve mi primera pareja, reafirmé mi posición de hombre biológico. Yo no quiero ser mujer, yo soy biológicamente hombre y me gusta serlo, disfruto de mi cuerpo y de mi sexualidad. Pero me fascina lo trans, entonces, sí, hay momentos en los que yo quisiera transformar más mi apariencia, feminizarla, pero sin dejar de ser biológicamente hombre.

Tu cuerpo es un escenario en el que puedes actuar, es como un lienzo en el que puedes pintar y es tuyo, tú decides qué es lo que haces con él.

¿En qué ocasiones te transformás?, ¿qué lo amerita?

Tiene que pasar algo importante, no interesa con quién, dónde y cuándo. Me transformo para la televisión, pues la TV siempre exige show, también me transformo para bailar y para actos políticos, fui candidato a la Asamblea Constituyente por el MBL. No me transformo para divertirme, para mí el transformarme es un instrumento de lucha, de reivindicación.



El rostro del sida

¿Fue terrible saber que un hermano tuyo tiene sida?

En realidad no, yo estoy sensibilizado con el VIH desde hace muchísimo tiempo. Dos de mis mejores amigos murieron a causa del sida, Leonela y Sabrina Galán. En ese momento fue un shock. Cuando yo los vi en sus últimos momentos conocí la cara del sida, que es una cara inolvidable, que marca el sufrimiento en las personas. Ahí dije “algo hay que hacer en este país contra el sida”.

Después de eso, cuando en mi familia donamos sangre para una hermana, nos enteramos de que mi hermano Roberto tenía VIH. El shock fue para él más que para cualquiera. Además sufrió discriminación laboral, lo despidieron de su trabajo por estar enfermo. Llegó a pensar en acabar con su vida, pero siempre lo hemos jalado para este lado. Y ahora está ahí, más vivo que cualquiera, desde hace 20 años que vive con el virus bien, con controles permanentes. No debería causar temor ni vergüenza tener sida, no hay que satanizar a la persona que lo lleva ni a su entorno.

Matrimonio e hijos

Si se da en Bolivia el matrimonio gay, ¿te casarías?

Siempre he sido contrario a la idea de casarse. Pienso que cuando uno encuentra a alguien y quiere expresar su amor lo puede hacer sin necesidad de una unión legal. Por mi vida ha pasado mucha gente con matrimonios muy destruidos, muy lastimeros, entonces siempre digo: “No quiero casarme”. Es más un tema de madurez, de aceptarse a sí mismo. Yo haría algo simbólico, más que legal que después te somete.

¿Estás a favor o en contra de la adopción?

Yo no adoptaría. Me considero muy egoísta y un niño es otra vida a la que tienes que proveerle, atenderle y por ahí no le puedo dar todo. Que adopte Madonna, Angelina Jolie, que tienen medios para hacerlo.

Está bien adoptar, pero no hacerlo por copiar los modelos de afuera. Los que piensan: “Soy gay, quiero tener pareja y adoptar hijos para validarme” están reforzando modelos familiares y de pareja y eso lo cuestiono. Yo iría más lejos, tengo la intención de crear la fundación París Galán de asistencia social a quien lo necesite, en un tema de salud, de estudios, lo que sea, espero lograrlo

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