miércoles, 21 de junio de 2017

Reasignación de sexo



El 22 de mayo desde Bogotá, Colombia, llegaron a Bolivia dos amigos cargando en sus valijas muchos sueños y esperanzas, se trata de Cristian Camilo Ramírez Naranjo 19 años que vino a someterse a una operación de reasignación de sexo y Carlos Mauricio Duarte Barrera de 33, su incondicional amigo que lo acompañó en el proceso de transformación.

Cristian es más alto, reservado, moreno, delgado, de facciones finas y delicadas, de mirada limpia y profunda, con un timbre suave de voz. En tanto que Carlos, 14 años mayor que su compañero de viaje, es rubio, delgado, parece tímido, es amable en su trato y sonríe constantemente.

Son amigos hace dos años y esta relación selló sus vidas para siempre por las grandes y profundas experiencias que atravesaron juntos. En este caso cae como anillo al dedo el dicho: “amigos son aquellos que están en las buenas y en las malas”.

Cristian desde pequeño no fue un niño común, “desde muy chiquitico sentí inclinaciones sexuales diferentes, siempre me gustaba juntarme con niñas, me sentía más cómodo con ellas”, relata con su inconfundible acento colombiano.

En una ocasión, su mamá compró una muñeca y Cristian le pidió que se la regalara pero su progenitora se negó, entonces, después de un tiempo el niño se compró una con sus ahorros.

Definitivamente le gustaba el mundo de las chicas, su forma de ser, el trato, modales, los juegos, ropa, zapatos y todo el glamur que podía ver en algunas mujeres en las calles de su ciudad y a través de los medios de comunicación. “Sentía que lo femenino era lo mío”, confiesa, pero todos esos sentimientos e inquietudes los tenía guardados muy dentro de su corazón.

Los padres de Cristian están separados desde hace muchos años, prácticamente desde que Cristian era un bebé. Desde entonces vive con su mamá y su hermano. Su padre rehízo su vida, tiene otros tres hijos, no obstante según Cristian la relación entre padre e hijo es muy buena.

A los 13 años aproximadamente Cristian ingresó en otra etapa de su vida, los cambios propios de la pubertad y la adolescencia despertaron más sus inquietudes. Atravesó por una fase de negación de su propio sexo, íntimamente se empeñaba en emular a una mujer.

A esa edad empezó a indagar en Internet sobre lo que no entendía, a medida que pasó el tiempo se empapó más del asunto y se dio cuenta que se sentía como mujer y quería ser una mujer. Puso los pies sobre la tierra y decidió operarse para cambiar de sexo.

“Tengo que confesar que esto ha sido muy difícil para mí porque es un proceso largo y muy complicado. En esos momentos es fundamental recibir apoyo moral y tuve la suerte de que mi madre me lo diera, supo entenderme, ella me adora. Con mi padre fue un poco complicado al principio, pero después también entendió y me acepta como soy”, cuenta.

Cuando terminó la preparatoria, se dejó crecer el pelo e ingresó a la universidad para estudiar la carrera técnica de administración de empresas.

Hace dos años, mientras seguía en el afán de indagar más sobre el cambio de sexo conoció a una mujer transexual que fue la pareja de Carlos, su actual compañero de viaje al que conoció a través de ella. Entonces surgió una amistad entre ellos y fue Carlos quien lo animó a someterse a un tratamiento hormonal.

Cada 15 días le aplicaban una inyección, afortunadamente para Cristian el sistema de salud colombiano cubre el tratamiento hormonal. Pronto los cambios comenzaron a notarse en su cuerpo y su rostro… Experimentar esas transformaciones le provocó una inmensa alegría ya que le estaba sucediendo lo que siempre quiso; fue lo mejor que le pasó hasta entonces, según recuerda.

Carlos deja en claro que la relación que tiene con Cristian es de amistad, se define como gay y no se relaciona sentimentalmente con transexuales (en pareja dice que su rol es masculino). De acuerdo con sus palabras, a principios de este milenio hubo una especie de boom en Colombia, de aceptación de las comunidades de personas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBT), así, de a poco, se fueron rompiendo los tabúes existentes en torno a ellos; con el tiempo su presencia en diferentes ámbitos se fue “naturalizando” y ahora las personas de ese colectivo son aceptadas como cualquier otra en la sociedad, dice.

Siguiendo sus anhelos y apoyado por Carlos, el próximo paso que decidió Cristian fue someterse a una cirugía de reasignación de sexo, con ese fin, encontró en Internet referencias del cirujano plástico chuquisaqueño Ignacio Tapia Vargas. Le pareció confiable y se comunicó con él, quien a su vez le contactó con Yuliana, una paciente brasileña recién operada, para que ella le contara su experiencia y apreciara los resultados.

Yuliana le contó que se sentía realizada con la operación, que era lo que ella esperaba. Le habló sobre el buen trato que recibió, la amabilidad del médico y su personal. “Fue muy gratificante, la atención es genial, es lo que siempre quise, me siento realizada. Ahora ya tengo toda la sensibilidad y hasta tuve una relación sexual”, le confió.

Antes de la operación, Cristian se sometió a una serie de exámenes, tratamientos y seguimiento psicológico que duró casi dos años. En Colombia tiene un diagnóstico de chico con trastorno de género. Pasó por diferentes procesos para determinar que quería ser una mujer.

“Lo que aprendí de todas esas terapias es que uno tiene la sexualidad en la mente y la mente se tiene que conectar con el cuerpo. Pienso que para salir adelante uno tiene que tener sus metas bien puestas y tener un apoyo incondicional, en mi caso tengo el apoyo de mi amigo y mi mamá, que es una parte fundamental de mi vida porque me supo entender”, comenta emocionado.

Carlos decidió hacer una pausa en su trabajo como técnico electricista para acompañar a Cristian a Sucre, durante el proceso de transformación al que decidió someterse. Su madre no pudo hacerlo por factores económicos y de trabajo. “Cuando uno tiene un sueño hay que dejar mucho atrás, prescindir de otras cosas y atreverse, como montarse en un avión”, comenta riendo Carlos.

Cuando estos amigos llegaron a Sucre, dicen que quedaron encantados con su gente e impactados por su belleza arquitectónica, “no en vano es la Capital de Bolivia”, expresa alegre Carlos. La única dificultad que tuvieron al comunicarse con los demás fue por el uso de algunos términos propios de la jerga de cada país.

Se hospedaron en un sencillo alojamiento céntrico de la ciudad, llegaron con un presupuesto ajustado (para la estadía, alimentación, alojamiento, gastos de la cirugía, medicamentos, pasajes, etc) y con mucha esperanza e incertidumbre sobre lo que vendría después.

Ambos extrañaron siempre su país y su enorme ciudad natal con más de diez millones de habitantes, donde la gente del área rural migra a la capital en busca de mejores oportunidades de trabajo, así como ocurre en Bolivia.

El 26 de mayo, día de la operación, los nervios traicionaron a Cristian y antes de ingresar al quirófano lloró. Sentía temor y ansiedad pero en ningún momento se arrepintió de su decisión.

Cuando le aplicaron la anestesia pensó en su mamá, rezó un Padre Nuestro y se encomendó a la Virgen.

Seis horas duró la operación, Carlos estuvo ahí, como un padre esperando el nacimiento de su hijo. En ese tiempo se comunicó constantemente con la progenitora de Cristian, para ponerla al tanto de todo, mientras ella oraba por su hijo en Colombia.

Cuando Cristian reaccionó de la anestesia local, empezó a experimentar intensos dolores pese a estar con fuertes analgésicos. “El sufrimiento fue tan intenso que me hizo llorar y pensé ¡Ay Dios mío protégeme!, pero nada me calmaba el dolor”, detalla.

Carlos le consolaba y le decía que podía controlar el dolor respirando y relajándose; varias horas después, Cristian recién empezó a dormir.

La primera jornada fue muy difícil, pero a medida que pasaron los días el dolor fue disminuyendo y se hizo más soportable al pensar en lo que seguiría. Por otra parte, Cristian asegura que se sintió súper feliz porque en su cuerpo ya no estaba esa protuberancia molesta que nunca quiso…

Tres días después de la cirugía dejaron de aplicarle analgésicos y retiraron el catéter, tuvo una buena evolución. Al quinto día de la cirugía le dieron alta y retornó a su pequeño cuarto de hotel, mudo testigo de las venturas y desventuras que pasó la pareja de amigos.

Allí cada día acudieron las enfermeras para desinfectar y curar las heridas de Cristian, que más que nunca extrañó a su madre. “Yo admiro mucho a mi madre porque hemos luchado bastante para salir adelante, ella supo afrontar tiempos difíciles, nos enseñó el valor de seguir adelante, no darse por vencidos y luchar por nuestros ideales”, dice con la voz entrecortada.

También extraña su plato favorito de comida, guiso con lentejas, la finca de su abuela llena de árboles frutales y animales, el baloncesto, el gimnasio, escuchar y bailar las bachatas de su predilección y sus películas de romance, acción y terror. “La verdad yo ya quiero irme para mi país. Ha sido bastante duro todo lo que pasamos por el camino, pero cuando se llega a la meta es cierto que se alcanza la felicidad”, asegura.

Durante los días de recuperación, el que pasó las de Caín fue Carlos, porque hizo el papel de madre, padre, amigo, enfermero, consejero, cocinero y hasta psicólogo. Además, tuvo que hacer malabares para que el dinero alcanzara. “Fue un tiempo de mucho aprendizaje”, sostiene. Aun así, disfrutó su estadía en Sucre al caminar por sus calles, ir al mercado donde compartió con las “caseritas”, o a la plaza 25 de Mayo. “La gente es muy chévere” comenta.

El futuro

Cristian confiesa a ECOS que después de la operación algo cambió en su interior. “Algo se modificó en mi cerebro, ya no siento muchas cosas y emociones como antes, todavía no puedo explicar qué es, pero algo cambió y estoy seguro que para bien”, acota.

El médico le recomendó colocarse unos implantes en los glúteos y los senos, pero Cristian piensa que la identidad de género está en el cerebro. “No me quiero modificar porque pienso que el aspecto natural es lo que manda, de pronto más adelante lo haré, no sé”, completa

Cristian dice que cuando llegue a Colombia→ →tendrá otra vida. Lo primero que hará será tramitar una nueva cédula de identidad legalizando su condición de mujer, dejará de ser Cristian, se llamará María Cristina Naranjo, nacida en Colombia, Bogotá, el 6 de julio de 1997.

Su objetivo es continuar con sus estudios a nivel licenciatura, conseguir un buen trabajo para ayudar a su madre y a Carlos, cuyo apoyo moral fue fundamental para su recuperación estando en un país extraño. “Ahora, me sentiré mucho mejor, estaré segura porque seré lo que seré”, expresa. “Sigan sus sueños, no importa la sociedad ni lo que digan, luchen por alcanzar sus sueños cualquiera que sean”, aconseja.

37 cirugías de reasignación de sexo

El cirujano plástico Ignacio Tapia Vargas, nació en Sucre, tiene 47 años, es hijo del médico Freddy Tapia Sandi y de Lucía Vargas Sandoval, está casado y tiene dos hijos. Estudió en la Universidad San Francisco Xavier, hizo su especialidad en la Universidad Guerrero Santos, en Guadalajara, México. Retornó a Sucre en 2009 y desde entonces practica con mucho éxito cirugías de reasignación de sexo, entre otras.

Cuando Tapia haya llevado a cabo 50 reasignaciones de sexo, obtendrá una membrecía para ingresar a la Confederación Mundial de Reasignación de Sexo, que a la vez le permitirá estar en el circuito internacional de ese tipo de cirugías.

“Los profesionales que egresan de San Francisco Xavier, tienen que procurar retornar a trabajar a su ciudad de origen. Mi objetivo es que Sucre vuelva a ser un referente nacional en salud, en otro tipo de cirugías tengo pacientes de diferentes puntos del país y del extranjero, esto le da realce a la ciudad”, dijo.

Tapia proyecta a corto plazo la construcción de un Centro de Turismo Estético y Quirúrgico, para que los pacientes nacionales y extranjeros lleguen, se operen y se queden hasta que su cirugía tenga una buena evolución.

Disforia sexual

Es también conocida como disforia de género, se refiere a las personas que debido a la discordancia entre su identidad de género y su sexo asignado (por criterios biológicos), no se identifican ni sienten como propio. Esta patología no se constituye en una enfermedad mental.

Tapia dice que no se puede identificar si aparece al nacer o en el transcurso de la vida de la persona afectada. Este tipo de pacientes llegan a su consultorio con un proceso de psicoanálisis previo de seis meses, un tratamiento hormonal de seis meses y con un proceso o un cambio de su identidad civil.

Este procedimiento de cambio de sexo de hombre a mujer, es frecuente y se conoce como el tercer género en la sociedad, en muchos países se legalizó la existencia civil del mismo.

Tapia utiliza una técnica creada por el cirujano plástico marroquí George Borou (1910-1987), pionero en la cirugía de reasignación de sexo, procedimiento que sólo requiere de una intervención quirúrgica y garantiza la funcionalidad de la vagina como tal, con sensibilidad y relaciones sexuales satisfactorias.

El galeno explica a ECOS que en el procedimiento se construye un neoclítoris con un fragmento del pene; en embriología el hombre y la mujer tienen el mismo desarrollo embriológico, sólo que el producto de desarrollo en la mujer es el clítoris y en el hombre el pene. “Son como hermanos embriológicos”, enfatiza.

El especialista explica que por naturaleza el “punto G” de la mujer se ubica en el techo de la vagina y el “punto G” del varón en la próstata.

Para que un paciente con reasignación sexual pueda conseguir satisfacción sexual la cirugía abarca entre el recto y la vejiga, hasta concluir en la próstata, que será la cúpula de la vagina. Como resultado de esa operación quirúrgica, el paciente tendrá dos puntos de excitación eróticos: el clítoris y la próstata.

“Lamentablemente el tercer género es poco comprendido y aceptado en Bolivia, aunque las leyes son avanzadas la sociedad los rechaza, discrimina y estigmatiza, por tanto la mayor parte de esas personas no tiene los recursos económicos suficientes que le permita acceder a una cirugía de asignación de sexo”, sostiene.

El sistema de salud boliviano tampoco ofrece ese tipo de cirugías, en cambio en el servicio de salud público de Uruguay se atiende como cualquier otra patología, así como en algunos Estados de Brasil. En Argentina es parte del staff de cirugía, pero el paciente paga la intervención; en México se realiza sólo en algunos hospitales estatales, no en todos, pero el paciente debe pagar.

Por esa razón, el 98% de los pacientes de Tapia son extranjeros, provienen de Brasil, Chile, Colombia y latinos que viven en Europa o los Estados Unidos. El cirujano plástico ya llevó a cabo 37 cirugías de reasignación de sexo hasta la fecha, todas exitosas.

Alto grado de complejidad

La reasignación de sexo es una cirugía compleja porque se manejan varios órganos, además se ingresa entre dos sistemas: el digestivo y el urinario, allí se construye un canal; un espacio muscular para dar funcionalidad a la vagina o al piso de la pelvis con el fin de que tenga cierto grado de contractibilidad cuando la persona tenga relaciones sexuales.

Tapia dice que normalmente en un día puede operar hasta tres personas, pero realiza una sola reasignación de sexo al día ya que es muy desgastante y requiere de un alto grado de concentración. Las cirugías generalmente duran entre seis y siete horas, pero alguna vez pasó de ocho horas ya que cada paciente es muy diferente.

“Hay diferentes grados de complejidad y de complicaciones. Afortunadamente nuestra curva de aprendizaje va en progreso. Como todo cirujano uno va modificando las cosas de acuerdo a como se presentan”, comenta el médico.

La plasticidad del cirujano latino es muy versátil, puede cambiar en la marcha cuando algo no está saliendo como se quiere. Los recursos de los países de primer mundo son muy distintos respecto a los que están en vías de desarrollo; los primeros tienen todo, mientras que los segundos deben ingeniárselas para solucionar problemas, en opinión de Tapia.

La técnica que usa el doctor chuquisaqueño requiere de una sola intervención, se combinan todos los elementos y se utiliza lo que hay para construir una vagina, en cambio hay otras técnicas que requieren de varias intervenciones quirúrgicas y con un alto índice de complicaciones. A partir del cuarto mes de la cirugía el paciente podrá llevar una vida normal como mujer. “El éxito se alcanzará cuando se logre crear una vagina perfecta, en la parte estética y funcional, todavía no se llegó a la perfección”, manifiesta.

Igualmente comenta a ECOS que esa cirugía no es aceptada desde el punto ético y religioso en muchas creencias. Requiere de una mentalidad abierta y es un procedimiento que alguien tiene que hacer porque todos los seres humanos deberían tener tolerancia frente al comportamiento sexual de las otras personas. •

Para conocer más

El consejero ejecutivo de la Red Latinoamericana GayLatino y presidente ad honorem de Fundación Diversencia, Ronald Céspedes, la cirugía de reasignación de sexo está legislada tanto en Bolivia como en Colombia.

Asimismo, Céspedes informó que en una reunión realizada en Turquía en febrero de 2016, se informó que en el mundo entero se habían practicado hasta entonces alrededor de medio millón de cirugías de cambio de sexo.

En 1952, Christine Jorgensen se convirtió en la primera transexual en presumir orgullosa su nueva condición.

Tailandia es líder en las cirugías de cambio de sexo.

Al menos 176 personas solicitan cada año en España un cambio de sexo.


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