domingo, 6 de noviembre de 2016

William, una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre William, una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre



“Nunca me gustaron los gays, me gustan los hombres, porque yo soy una mujer atrapada en el cuerpo de hombre”, dice William, conocido también como “mimí”, al momento de contar su historia.

La vida de los homosexuales es por lo general rodeada de dolor y sufrimiento, sobre todo al momento de darse a conocer ante la sociedad y su familia; sin embargo, para este personaje de Tarija, conocido como una gran estilista y cocinero, su vida no fue tan complicada y gran parte de eso se lo debe a sus padres.
Nació en Tarija con el nombre William Nilo Cordero Palacios, guarda como un gran tesoro su edad, pero todo lo demás está dispuesto a contar. Hijo de Griel Cordero y Lola Palacios de Cordero, es el mayor de cuatro hermanos de padre y madre, aunque es menor de otros dos hermanos por parte de su madre.
Recuerda que tuvo una infancia hermosa, pues fue muy querido y mimado por sus padres, tíos y toda su familia. Siempre sobreprotegido, tuvo lo que siempre quiso. Sus primeros años de colegio los hizo en el Antoniano, pero después tuvo que cambiar al San Bernardo y CEMA, pues a la edad de los 12 años ya se dieron cuenta que sus preferencias eran distintas a las del resto de los niños y dejó el colegio para irse a Argentina.
A esa edad sus padres se enteraron de que a él le gustaban los hombres y ante la “habladuría” de la gente lo enviaron al vecino país para que empiece un tratamiento para “corregirse”. “Me llevaron allá para ver psicólogos e incluso pensaban que era una enfermedad. Me hacían poner hormonas masculinas para que yo trate de cambiar”, recuerda.
Él se quedó durante dos años en la casa de una amiga de su familia en Argentina, exclusivamente para hacer ese tratamiento; sin embargo, tras mucho intentarlo, los médicos concluyeron finalmente que lo de él no era una enfermedad, sino que había nacido con más hormonas femeninas que masculinas.
Cuando pasó eso, volvió a Tarija y en ese momento el apoyo de sus padres fue fundamental. Su madre y padre le dijeron que no era el único en el mundo, que se cuide de las malas personas. Esos consejos y palabras él nunca las olvida.
En su retorno al pago decidió ingresar de ayudante al negocio de una reconocida peluquera de la ciudad, doña Iscela, quien le recibió y le enseñó de a poco el oficio. “Me gustaba mucho la peluquería, esa fue mi vocación, desde chico. Peinaba a mis muñecas, peinaba a mis empleadas, venían mis primas y les hacía cualquier cosa”, dice mientras sonríe.
Así, William tuvo su primera experiencia en el mundo de la peluquería. Mientras aprendía durante el día, por las noches se dedicaba a estudiar para terminar el colegio. Estuvo en ese ajetreo hasta los 17 años, pues cuando terminó todo ese proceso decidió retornar a Argentina para capacitarse.
Desde entonces su vida empezó a dar idas y vueltas entre Tarija y Argentina. Sus padres, como no tenían problemas financieros, siempre le respaldaban en sus decisiones. Incluso en una de sus vueltas al pago decidió abrir su propia peluquería, pero fue víctima de un robo y dejó nuevamente Bolivia.
Otra vez en el vecino país, trabajaba, se capacitaba e incluso se enamoraba. Cuenta que allá tenía una relación de pareja con un médico, quien fue trascendental para los primeros cambios en el cuerpo de Willian.
Por eso, a la edad de 21 años se hizo poner prótesis en los pechos y se aumentó las caderas, como parte de su proyecto para ser una mujer. “Para lo de las caderas tenía que estar 15 días en reposo, pero cuando me hicieron los pechos, en la noche ya salí a bailar, porque todo el mundo quería verme”, cuenta sonriente.
Dice que para esa operación mucho tuvo que ver su pareja de ese entonces, un médico que le ayudó con sus amigos a que los costos no sean muy elevados.
Tras aquello y con la euforia de un nuevo cuerpo, William viajaba a Santa Cruz, La Paz, Cochabamba y Argentina para pasear, pero sobre todo para hacerse conocer. Tenía amigas travestis que hacían show y ella se les unía. Bailaba, hacía striptease e imitaba a cantantes en bares y boliches gays. Cosa que no había en Tarija en ese entonces.
Así estuvo hasta que empezó a traer a Tarija todas las cosas que se compraba en Argentina. Volvió a abrir una peluquería, pero cada tres meses volvía a Argentina para actualizarse y divertirse. Desde ese entonces, por lo menos 30 años atrás, su negocio de peluquería está establecido sobre la calle Cochabamba, y se ha vuelto un lugar muy conocido y concurrido por hombres y mujeres.
Sin embargo, la peluquería no es el único negocio o habilidad de William, porque emprendió también años atrás, una pensión en la casa de sus padres, donde tenía al menos 150 pensionados. Paralelo a eso abrió una licorería y atendía los tres negocios solo.
Hoy está abocado exclusivamente a su peluquería y tiene una idea que no puede quitárse de la cabeza, pues con el fallecimiento de sus padres, quiere hacerse el cambio definitivo de sexo. Ahorró algo de dinero para esto, pero está a la espera de un dinero que recibirá como herencia; con todo esto, ya tiene planificado irse a Tailandia a cumplir uno de sus más grandes anhelos.
Recuerda que ya tiene el cuerpo de una mujer y hace varios años, cuando tenía 30, se hizo quitar los testículos, por lo que sólo le falta el cambio de sexo para poder ser una mujer en su totalidad. Asegura que tiene el respaldo de sus hermanos, cuñadas y amigos, por lo que ahora sólo espera el día tan ansiado.
“Quiero irme a Tailandia cuando los pasajes sean baratos. Ahí te hacen la feminización del rostro, pechos, acomodan el cuerpo, te dejan como una Barbie. Por eso quiero irme a Tailandia a hacerme el cambio de sexo”, añade.

La vida sentimental
William cuenta que nunca tuvo problemas para conseguir pareja. De hecho, asegura que desde que estaba en colegio ya tenía un chico con el que se veía a escondidas por temor a represalias de sus compañeros.
“Desde los 12 tenía pareja, un compañero que no quería hacerlo público. Siempre sabíamos salir del colegio y una vez me agarró y me empezó a besar. Me pidió que nadie sepa en el curso. Después tenía también mis parejas en el barrio”, relata.
Así asegura que toda su vida salió con hombres y que nunca le gustaron “más maricas” que él. Recuerda que tenía con un chico de Argentina con el que salía ocho años y con el que incluso pensaron en casarse y adoptar un hijo. Él fue bienvenido en casa de William y viceversa, pero como ninguno de los dos quiso dejar su lugar de residencia para vivir juntos, pues la relación se apagó.
Hoy él sale seis años con otro hombre, con el cual se siente cómodo pero teme que su decisión de cambio de sexo lo aleje, pues revela que su pareja no está de acuerdo con esa determinación.
Dice que toda su vida tuvo mucha suerte, pero parte de aquello también se debe a que supo desde siempre con quien juntarse. Admite que hay chicos gays que toman mucho, otros que se drogan, otros que roban, y eso porque por lo general no tienen profesión y por la “ociosidad” hacen “macanas”.
“Siempre me gustaron los hombres, alguien que me haga sentir como una mujer, y por suerte todos los hombres me trataron así, como si fuera una mujer. Siempre me enamoré por el trato que me dan, y yo siempre los he tratado como si fuera una mujer; venían a mis casa y los atendía, se los cocinaba y ellos estaban ahí sentados, haciéndose atender como hombres”, relata.

La evolución gay
William es quizá uno de los gays más conocidos de Tarija y eso porque nunca lo negó y siempre dio la cara sobre sus preferencias sexuales. Por eso, si bien ahora hay una comunidad gay más visible y organizada, gran parte de esto se debe al impulso que él le dio a este de sector.
Recuerda que fue uno de los primeros en organizar a la comunidad en Tarija, así como hacer público el primer evento de gays en la ciudad. Cuenta que eran pocos en ese entonces, y antes de sacar a la luz pública su organización, ellos se reunían a puertas cerradas en sus eventos.
Hoy el reconoce que se perdió de las reuniones de su comunidad, pero está al tanto de que crecieron y que ya hay dos organizaciones en la ciudad y que el próximo 10 de noviembre habrá una marcha para exigir respeto a sus derechos.
Consultado finalmente si alguna vez ayudó a destaparse a algún gay, cuenta que muchos le visitaron y le contaron sus secretos, sobre todo cuando terminaban el colegio.
“Siempre les dije, no es lindo ser gay, porque sufres mucho, no fue mi caso pero sé de muchos que sí. Primero te tiene que aceptar tu familia, pasa eso y después que te valga un bledo la gente (...) yo por ejemplo salgo en mi movilidad y siempre tanto hombres como mujeres me miran, pero yo bailo como cualquiera, tomo como cualquiera, soy un ser humano, soy normal y no es una enfermedad”, finaliza.

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