lunes, 8 de diciembre de 2014

“Las pelucas, maquillaje y pestañas no son un disfraz sino identidad”

Lo más difícil para las travestis es ver cada mañana en el espejo la imagen de un hombre con la que no se identifican. Así es como le ponen rostro y un nombre a su identidad femenina.

Con la ayuda de maquillaje, pelucas de todas las tonalidades, extensiones de cabello, pestañas postizas, prótesis y otros insumos de la industria de belleza, van transformado sus rasgos duros en delicadas facciones femeninas.

No es un disfraz. Ellas reflejan en su arreglo personal y en su forma de vestir su identidad de género, coinciden la directora ejecutiva de la Mesa de Trabajo Nacional (MTN), Rayza Torriani, y la psicóloga Ninoska Flores.

Ellas solo viven. Gastan dinero en sus necesidades. No piensan a futuro. Todo lo pagan día a día, el alojamiento, la comida, la ducha, cuenta Flores.

Su empeño está puesto en transformarse y el dinero lo gastan en comprar el mejor vestido y el zapato de moda.

Levantarse y salir a la calle es como una pesadilla para ellas porque son tratadas como fenómenos, como “maricas” o como hombres, dice Flores.

Lo peor que le puede pasar a una travesti es que la llamen por su nombre de varón. Es como un secreto guardado celosamente.

“Es hasta ofensivo porque te ves como María y te dicen Pedro y todos se dan la vuelta para ver qué está pasando”, sostiene.

“Ellas dicen: ‘Hago todo lo que hacen todas las mujeres, acéptame como mujer. No me siento hombre, cuando me tratas como hombre me lastimas’, es el clamor por el respeto al derecho de identidad de género”, añade Flores.

En su propósito por construir una imagen se inyectan silicona líquida sin ninguna asistencia profesional, poniendo en riesgo su salud. Las que tienen mejor situación económica se someten a cirugías. Pero, de esas hay pocas en Bolivia.

El consumo de hormonas femeninas sin ninguna prescripción médica es otra estrategia utilizada para borrar poco a poco los indicios de masculinidad que les queda.

“Es una forma empírica de formarte el cuerpo para verte más femenina porque eso te sube la autoestima y vas construyendo tu ser”, dice la directora de MTN.

Según Flores y Torriani, el problema de identidad se traduce en depresiones, ansiedad, pánico y hasta pensamientos suicidas. Hay una relación directa entre su vida en desventaja con las demás poblaciones y el elevado consumo de alcohol en su círculo.

Abandonan sus hogares o son echadas de sus casas por sus padres entre los 13 y 16 años de edad, por su condición de género. La discriminacion es como el sol que quema al mediodia sin opcion a protegerse.

Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, Discriminación y Derechos de las Poblaciones Trans Lesbianas Gays y Bisexuales (TLGB) en Bolivia realizada en abril de 2011, la población con mayor discriminación es la trans con un índice de 49.1 por ciento de la población TLGB.

Torriani asegura que la situación no ha mejorado. En la mayoría de los casos los padres reaccionan de diferente manera cuando ven a sus hijos vestidos de mujer. Hay casos en los que ejercen diferentes formas de agresión.

“Las más de las veces les golpean para sacarles lo mujercita”, asegura.

Rompen todo vínculo familiar y sus parientes no saben que asumieron una identidad femenina porque tienen una vida itinerante entre las ciudades de Oruro, La Paz, Santa Cruz y Cochabamba. O simplemente desaparecen.

Las actitudes no las cambia una norma. Si bien está en vigencia la Ley Contra el Racismo no impide que no se margine a la población trans ni se violen sus derechos ciudadanos, aseguraron.

“No es necesario ingresar a un sitio público. Es suficiente caminar por las calles a la luz del día para que la gente se de vuelta al ver a las travestis”, reprocha Flores.

Son presas de las miradas. Las personas se codean, se dan la vuelta, se preguntan si será hombre o mujer, coincidieron Flores y Torriani. Solo ellas se aceptan entre sí y otros grupos aislados como las trabajadoras sexuales o los gays.

La situación de discriminación se irradia en el ámbito social, es decir, en la educación, salud, sistema judicial, entre otros.

La encuesta señala que la población trans es la más discriminada en los centros educativos, en 47.4 por ciento . En los ambientes de justicia y policiales las discriminan selectivamente en un 71.4 por ciento .

Cinco de cada diez personas trans son discriminadas en las fuentes de trabajo, en cambio en las otras poblaciones la proporción máxima de discriminación afecta solo a dos personas por cada diez.

En Cochabamba, la MTN ha identificado a cerca de 50 travestis cuyas edades oscilan entre los 13 y 50 años. La mayoría se dedica al comercio sexual.

“Es un grupo totalmente invisibilizado porque muchas de ellas no quieren dar la cara”, concluye. Torriani.

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