domingo, 23 de agosto de 2015

Gays se apoyan en cinco familias al salir del clóset

Abrumado por el miedo y temiendo que “salir del clóset” le podría ocasionar muchos problemas con su familia, Víctor no aguantó más guardar en secreto su identidad sexual y les declaró a sus padres que era gay.

Tenía 17 años cuando se animó a dar este paso. La reacción de sus progenitores no era la que esperaba, lo expulsaron de su hogar y le desearon lo peor.

“Jamás nos volverás a ver”, fueron las últimas palabras que escuchó de su padre.

Antes de revelar su identidad sexual, Víctor ya tenía algunos amigos que eran parte del Colectivo Lésbico, Gay, Bisexual y Transexual (LGBT) y uno de ellos le ofreció techo mientras buscaba un trabajo.

Ese amigo era parte de las cinco familias gays que se conformaron en Cochabamba y que eligieron apellidos convencionales (Espencers, Hilton, Brandy, Beckenham y Gallardo) que brindan apoyo a las personas que “salen del clóset” y que ofrecen techo y ayuda a los que son rechazados por sus progenitores.

Uno de los conceptos de familia, según la Real Academia Española, se refiere al “conjunto de personas que tienen alguna condición, opinión o tendencia común”.

Estas familias, conformadas en Cochabamba, son grupos que tienen entre 10 a 25 personas, que no necesariamente viven juntas, pero se apoyan mutuamente. Víctor vivió en la casa de uno de los miembros de la familia Espencers por un año. Lo apoyaban con algunos víveres y le ayudaron a conseguir trabajo en un café internet.

Con un sueldo fijo, Víctor ya podía sustentarse y se independizó. Actualmente tiene 25 años y vive con su pareja. En los últimos ocho años no ha sabido nada de sus padres y ellos no lo volvieron a buscar.

Víctor pagó una factura elevada por “salir del clóset”. Perdió el cariño y el vínculo que tenía con sus padres, pero aseguró que no podía vivir negando su identidad sexual. Así no era feliz.

UN GRAN APOYO

Víctor reconoce que sin el apoyo de la familia Espencers no podría vivir plenamente su identidad sexual y continuaría sufriendo por satisfacer a sus padres.

Estas cinco familias, a las que hace referencia Víctor, se han convertido en un respaldo importante para los gays que tienen problemas cuando “salen del clóset”. Con recursos que salen de sus propios bolsillos, los gays que se sienten identificados con otros les brindan apoyo.

En el caso de las lesbianas el apoyo es similar, aunque éstas no han conformado familias. Se extienden las manos unas a otras cuando lo necesitan.

Mauricio Fuentes o Maui como lo conocen en la comunidad LGBT de Cochabamba, la cual dirige, no tuvo necesidad de formar parte de estas familias, porque contó siempre con el apoyo de sus padres.

Fuentes apuntó que estos grupos son la única esperanza para los que son discriminados por el primer eslabón de la sociedad, su familia.

Actualmente, hay en Cochabamba unas cien personas activas que forman parte de la comunidad gay. Según estudios de la Organización Mundial de la Salud, un 10 por ciento de la población de cada país en el mundo tiene una preferencia sexual diferente al de la pareja entre el hombre y la mujer.

SOCIEDAD CUADRADA

Pese a los avances que ha logrado en el mundo la comunidad gay y lesbiana, en el tema legislativo, las personas que pertenecen al colectivo LGBT de Cochabamba consideran que en el país la sociedad es todavía “muy cuadrada” y tiene prejuicios para aceptar a gays y lesbianas.

“Todavía hay mucha homofobia”, indicó Fuentes, quien también denunció que a la fecha en el país se cometieron 79 crímenes contra su comunidad y ninguno tiene sentencia.

Esa es una de las causas por la que parejas del mismo sexo evitan tomarse de la mano en la calle, compartir besos en una plazuela o asistir a lugares donde la gente no está acostumbrada a ver a dos personas del mismo sexo juntas.

Si bien en Bolivia rige una ley contra toda forma de racismo y discriminación, los gays y lesbianas prefieren frecuentar sus propios espacios para compartir: cafés, discotecas y un sauna. Allí no se sienten rechazados por darse un beso o expresar su amor frente a otros que entienden su situación.

Estos “lugares de ambiente”, como son denominados por la comunidad, fueron conformados por ellos mismos y en algunos casos dan trabajo a los gays o lesbianas que lo necesitan.

SIN PROTECCIÓN

Vivir juntos se ha vuelto cada vez más común entre las parejas gays y lesbianas. Comparten el mismo techo y se sienten protegidos, sin nadie que los juzgue u observe.

Al “salir del clóset”, con una profesión y un trabajo los gays optan por independizarse, en la mayoría de los casos, y lo hacen en compañía de sus parejas.

Pero ello trae consigo muchas preocupaciones porque no tienen ninguna protección ante la ley.

Estas parejas viven en el desamparo, que trae consigo una serie de cargas sociales, debido a que su unión no está reconocida por la ley.

Una de las parejas más antiguas de gays en Cochabamba convivió durante 26 años. En este tiempo compraron una casa y muchos otros bienes. Uno de ellos murió con cáncer en 2014 y el otro quedó desprotegido y a expensas de que los familiares del fallecido puedan apropiarse de lo que la pareja construyó, debido a que nada respalda ante la ley los años que vivieron juntos.

La atención médica es otra carga social que la comunidad gay y lesbiana debe asumir con su propio dinero.

Pese a que muchos trabajan en empresas en las que podrían asegurar a sus parejas no lo hacen por falta de una ley que los respalde. Y tampoco se atreven a hacerlo como personas que mantienen a su pareja porque en algunos casos temen ser retirados de sus fuentes laborales si descubren su preferencia sexual.

Por esta razón, prefieren correr con todos los gastos de enfermedades.

Cuando se trata de intervenciones quirúrgicas, que requieren de autorización de familiares, los gays y lesbianas no pueden firmar las solicitudes de sus parejas, pese a que en muchos casos son la única persona que tienen.

Lo mismo sucede con los créditos. No tienen los mismos derechos de las parejas heterosexuales de solicitar préstamos para comprar una casa, vehículo y otros bienes.

Esta desprotección, sin embargo, no es un obstáculo para que estas parejas busquen su propia felicidad bajo el mismo techo. Aunque en condiciones muy limitadas, gays y lesbianas viven juntos y forman una familia.

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