domingo, 3 de julio de 2011

“Estudié secretariado, pero el rechazo me obligó a prostituirme”

Alta, de pelo rubio, tez blanca y de esbelta figura, así es Chantal (27), una travesti que decidió salir del closet hace unos años para mostrarse como ella se siente: ”toda una mujer”.

Quien la ve podría decir que está seguro de estar frente a una dama, cuando en realidad detrás de ese rostro, delicadamente maquillado, y ese cuerpo está un hombre.

Desde que salió del closet soñó con ser secretaria, pero jamás imaginó que sus aspiraciones se verían frustradas por el desprecio y la discriminación de personas que le negaron a darle empleo.

“A mí me hubiera gustado trabajar de secretaria, pero sentía que había mucho rechazo”, comenta.

Tiempo después, encontró en la prostitución una forma de ganar dinero,

Asegura que si bien es la única forma de sobrevivir para muchos travestis, ésta es temporal porque proyecta cambiar la prostitución por un negocio que pretende montar.

Actualmente, Chantal trabaja en las calles todos los días desde las 19:00 hasta la 23:00 horas. Hace poco dejó de consumir bebidas y drogas.

Afirma que lleva una vida mucho más tranquila de la que tenía cuando ingresó al mundo de la prostitución ya que tenía que beber y consumir drogas todos los días para aguantar los trasnoches y estar con sus clientes.

NIÑA EN CUERPO DE NIÑO

Cuenta que desde que tiene uso de razón siempre se identificó con el género femenino y soñó con ser una mujer como su madre.

“Cuando me bautizaron, todos decían a mi mamá que yo era muy linda, pero ella tenía que explicar a la gente que no era una niña sino un niño”, afirma.

Dice que desde que era pequeña se vestía como mujer, provocando críticas y hasta regaños de su padrastro y su entorno familiar.

“Yo no lo hacía intencionalmente, eso era lo que sentía: quería ser mujer y vestir como mujer”, agrega.

Para evitar el maltrato y la discriminación en el colegio, decidió cambiar los vestidos por los pantalones.

“Yo iba al colegio vestido como varoncito, pero en mi casa me ponía prendas de mujer. Todos le decían a mi mamá que me estaba haciendo maricón, pero yo me vestía así porque quería”, relata.

Para Chantal, las clases de educación física eran un tormento. Cuando llegaba el día en el que tenía que pasar esa clase, dice, fingía estar enferma o no iba al colegio, por lo que al final del año siempre terminaba reprobando la materia, pero esto no impedía que apruebe el año.

Al culminar el colegio, en Oruro, Chantal decidió estudiar una carrera, pero por temor a ser discriminada en la universidad optó por el secretariado en un instituto.

Recuerda que para ir al instituto se arreglaba y se recogía el pelo, situación que causaba murmullos entre los maestros, pero no así en sus compañeras que la aceptaron como era.



HUIDA

Al culminar la carrera de secretaria, Chantal huyó de su casa y fue a trabajar en varios departamentos.

“Estuve en La Paz, Potosí y luego llegué a Cochabamba donde me establecí”, dice al recordar que dos años después, se enteró que un hombre la buscaba por todos los alojamientos con una fotografía suya.

Ese hombre era su hermano, quien le dijo que su madre la buscaba y que tanto él como su hermana, además del padrastro la aceptaban tal cual era.

Ser “mujer” casi le cuesta la vida

Con más de 1,70 metros de altura Chantal es una travesti que tiene una presencia sorprendente, su pelo es rubio y su piel muy bien cuidada.

Desde que era pequeña tomaba hormonas femeninas para cambiar su voz.

Pero para transformarse en una travesti con cuerpo de mujer, a los 21 años comenzó a inyectarse silicona líquida en los glúteos y en los pechos.

“No recuerdo cuánto me costó, pero me lo hice porque en ese tiempo, las prótesis eran muy costosas y yo no tenía el dinero”, afirma.

Un peruano que conocía del método fue el que le inyectó la silicona líquida.

Lo único que recuerda Chantal es que fue un proceso traumático por el dolor que tuvo que soportar durante varias horas luego de la inyección. Al poco tiempo, Chantal alzó cosas pesadas y se le abrió una herida en el pecho que ella misma tuvo que curar. Hoy, asegura que está

arrepentida de haberse sometido al tratamiento y sostiene que quisiera quitarse la silicona.

La vida dura de una joven travesti

19

Años

Es la edad en la que Chantal decidió salir de su casa para comenzar a hacer una vida como travesti y ser trabajadora sexual. A esa edad Chantal fue contagiada de sífilis por una pareja que tuvo.

1

Año de relación

sentimental tiene Chantal con un hombre heterosexual con el que vive. Pero, ella está consciente que su pareja la abandonará y se quedará sola.

De varoncito.

A pesar de que Chantal descubrió su identidad desde muy pequeña, tuvo que ir al colegio vestida de varón hasta terminar la secundaria.




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