lunes, 30 de mayo de 2016

Laura y Tamara, historias de lucha trans por su identidad

Con silueta curvilínea, rostro maquillado y cabello rojizo, Laura Libertad llega a la cita. Mientras avanza, muchos la miran y algunos le brindan un saludo que ella devuelve con una sonrisa amable. "Soy Laura Libertad Álvarez Mollinedo”, se presenta y al instante aclara: "Ése es mi nombre genérico social. Soy transexual femenina”.

Sin embargo, Laura lleva en sus documentos de identidad el nombre de varón con el que su familia le bautizó.
"Sentía que estaba atrapada en un cuerpo de hombre”, recuerda mientras toma con delicadeza una taza de café.
Al instante, una sonrisa asoma en su rostro. "Ahora ya no llevaré más ese nombre de varón que tanto problema me trajo. No me gusta”, asegura y anuncia que en cinco meses cambiará el nombre, imagen y sexo en sus documentos de identidad. Y "los verdaderos, los nuevos, los llevaré hasta la tumba”, enfatiza.

El pasado sábado, el Gobierno promulgó la Ley de Identidad de Género, que establece un procedimiento para que las personas transgénero y transexuales puedan modificar su nombre, imagen y sexo en sus documentos de identidad (cédula y títulos profesionales, entre otros). Laura está feliz. "Tener el nombre con el que me identifico será un gran logro, y esa identidad la llevaré hasta la tumba”.

Identidad hasta la tumba

Laura Libertad, que es la presidenta de la Comunidad de Trans en Bolivia, lamenta que en el país las personas transexuales y transgénero no logran enterrarse con el nombre con el que se identifican porque sus familiares no lo permiten. "Hasta cuando estamos muertos, siguen atentando contra nuestros derechos”, reprocha.
"El 100% de las personas trans se entierran con un nombre que no las identifica. ¿Por qué? Porque sus familiares prefieren sepultarlas con su nombre de bautizo por el qué dirá. Ahora, con la ley, nos podremos llevar el nombre con el que nos identificamos hasta la tumba”, añade.

Según estimaciones, en Bolivia hay cerca de 3.000 personas transexuales -que modifican su imagen con tratamientos cosmetológicos o quirúrgicos, pero mantienen el sexo con el que nacieron- y transgénero -que han cambiado de sexo a través de una cirugía-. Pero, hay otro grupo de personas trans que está escondido, no ha salido del clóset.

Laura, desde su infancia, supo que era diferente del resto de los niños. A los ocho años comenzó a vestir ropa de mujer y mientras transcurrían los años se dio cuenta de su identidad sexual. Le costó mucho aceptarlo ya que sus abuelos eran cristianos adventistas y "rechazaban esas cosas”.

Como varón fue al cuartel y obtuvo su título de ingeniero agrónomo en la UMSA. No tuvo hijos y terminó divorciándose, porque confesó su esencia trans. Fue a los 34 años cuando decidió hacer las primeras manifestaciones públicas de su identidad.

"En el ministerio de Hidrocarburos empecé a pintarme las uñas, me dejé crecer el cabello y mis compañeros comenzaron a incomodarse. Tuve que hacer un taller sobre la transexualidad para tratar de combatir sus prejuicios”, recuerda.

Cuando dejó ese trabajo, ya no pudo encontrar otro. Ella cree que se debe a su identidad sexual, porque cuando ganó una convocatoria en otro ministerio, la titular de esa cartera le puso peros y no fue aceptada.
"Mostrarme a mí misma provocó que no me vuelvan a contratar en mi profesión. Pero no importa, ahora soy trabajadora sexual y como tal lucho cada día”, dice con orgullo.

Tamara, "mapi” luchadora

Tamara Núñez es abogada, con especialidad en Derechos Humanos y trabaja como técnica de resolución de conflictos en el ministerio de Desarrollo Productivo y Economía Plural desde hace cuatro años. Además, fue asesora de la exministra Teresa Morales.

Nació en 1978 con sexo masculino y recibió el nombre de Antonio Ernesto. Su abuelo fue un conocido político. "Un hombre al que admiraba mucho, pese a que era muy conservador”.

Meses después de que su abuelo falleciera, en 2013, Tamara decidió salir del clóset definitivamente. "Me costó mucho, pero lo hice”, confiesa. Ahora se identifica como "transexual lesbiana”; cambió de sexo, es mujer, y le gustan las mujeres.

Antes de asumir su identidad genérica, se casó en dos oportunidades y tuvo cuatro hijos. "Dos de ellos fallecieron, pero dos aún viven: el varón con su mamá en el extranjero y la niña conmigo”.

Acepta que "fue complicado” decirle a su hija cual era su situación. "Cuando le dije, ella lo aceptó con normalidad. Luego de unos días preguntó. ¿Y ahora que te vestirás de mujer, qué te diré? Luego ella misma se respondió: ya sé, te diré ‘mapi’, porque serás mi mamá, pero también mi papi. Eso fue lo más dulce que me guardo como un regalo especial”, cuenta.

Estos días fueron de emociones para Tamara. No sólo porque se promulgó la Ley de Identidad de Género, sino también por porque su pequeña, que jamás la había invitado a festejar el Día de la Madre, le preguntó: "’¿Mapi, quieres ir al agasajo del Día de la Madre al cole?’ Y obvio que le respondí que sí”, dice, mientras su voz se ahoga en la emoción.

Tamara afirma que la Ley de Identidad de Género mantiene derechos pero también responsabilidades. "No te quita tus responsabilidades jurídico-legales. Si cambias de identidad, como indica la ley, no significa que pierdes responsabilidades o deudas en el banco”, recalca.

La norma, que beneficiará a las personas transexuales y transgénero mayores de 18 años, entrará en vigencia en tres meses.

Ahora Tamara alista sus documentos para realizar el trámite de cambio de nombre, pero antes debe divorciarse.
"Eso me apena, aunque lloré con mi esposa al festejar la promulgación de la ley. Esperaba con ansias la norma y fue una justa conquista, pero eso implica el divorcio para nosotras. Ella lo entendió”.




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