lunes, 25 de julio de 2016

La población LGBT pide una ley para castigar los crímenes de odio

Las poblaciones de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBT) piden que las autoridades aprueben una ley que penalice los crímenes por razón de género, de homofobia o lesbofobia, en el caso de los hombres y mujeres, y bifobia, cuando se trata de personas bisexuales, afirma el presidente del Comité de Diversidades Sexuales y Género, Mauricio Fuentes Escobar.

La secretaria nacional de las Mujeres Trans de Bolivia, Chantal Cuéllar, argumenta que cuando ocurre un crimen por razón de género se emplea saña y odio, por lo que considera que se debe tipificar este delito en forma específica, tal como ocurre con los casos de feminicidio.

El colectivo LGBT presentó este proyecto de ley a la Asamblea Legislativa.

En los últimos 10 años se registraron 55 asesinatos de personas LGBT, según un artículo de Erbol, y ninguno obtuvo sentencia.

Entre algunos casos, Erbol rememora el de un profesional de negocios, de 40 años, que murió en La Paz por una hemorragia, tras ser golpeado con puños y objetos contundentes. Ocurrió en 2005.

En El Alto, en 2009, Virginia Huanca fue golpeada, violada y asesinada por el esposo de su pareja, mientras que en 2013 se conoció en Santa Cruz el asesinato de la transexual Luisa Durán, quien fue apuñalada hasta la muerte.

En Cochabamba, tres transexuales sufrieron agresiones a manos de un grupo de taxistas, en 2014, en la zona de El Prado.

LOS AVANCES

Cuéllar considera que en los últimos años hubo avances en el respeto de los derechos de la población LGBT, gracias a la aprobación de normas que prohíben y sancionan toda forma de discriminación.

Menciona, por ejemplo, la Ley 045, promulgada el 8 de octubre de 2010, cuyo objetivo es eliminar conductas de racismo y toda forma de discriminación.

La Constitución Política del Estado también las ampara. El artículo 14 señala que se prohíbe y sanciona toda forma de discriminación fundada en razón de sexo, color, edad, orientación sexual e identidad de género.

Cuéllar considera que en base a estos dos grandes avances se puede conseguir la aprobación de otras políticas públicas que beneficien al colectivo LGBT, como sucede con la Ley de Identidad de Género que favorece a los transgéneros y transexuales.

FAMILIA

Si se aprueba el proyecto de ley Acuerdo de Vida en Familia (AVF), las parejas del mismo sexo tendrán derecho al seguro de salud y a la sucesión de bienes, y no quedarán desamparadas, como ocurre ahora, afirma Cuéllar.

Añade que de aprobarse esta ley, el Estado reconocería a las familias conformadas por personas del mismo sexo, con todas las obligaciones y derechos que tienen los matrimonios heterosexuales.

Las personas que trabajan podrían asegurar a sus parejas, tendrían la opción de adoptar niños y de heredar. Cuéllar cita el caso de uno de sus amigos gay que se quedó en la calle, tras el fallecimiento de su pareja, porque la familia del primero le quitó los bienes que habían obtenido juntos, después de 10 años de convivencia.

En el caso de las mujeres -cita Cuéllar- sucede algo similar. Cuando una de ellas tiene un percance, lamentablemente no hay nada que reconozca su unión, todo lo que han conseguido se lo agarra la familia de la otra.

LOS GOLPES DE LA VIDA

Chantal Cuéllar descubrió su identidad sexual cuando tenía 13 años.

Durante al menos dos años vivió sin entender qué le sucedía. Tenía un cuerpo de hombre, pero sentía que era mujer.

A ella no le gustaban las mujeres, sentía afecto por sus compañeros de colegio. Había mucha confusión en su mente que se empezó a despejar cuando conoció a una trans e inició su proceso de transformación.

Antes había intentado suicidarse en dos oportunidades. Prueba de ello son las cicatrices que tiene en el antebrazo.

Cuando dormía, soñaba que era rubia y tenía un cuerpo voluptuoso.

Decidió entonces hablar con su familia sobre su orientación sexual, a los 16 años, pero sufrió discriminación de sus hermanos, quienes le exigían que se comportara como hombre y le tildaban de “maricón”, por su manera delicada de comportarse.

“Es algo muy complicado ser trans. En mi caso no tuve el apoyo de mi familia, porque no entendían. Hace 15 años o más no se escuchaba el término transgénero. Empecé a tomar hormonas y pastillas anticonceptivas para feminizar mi cuerpo”.

En el colegio su vida no era más fácil. Sus compañeros se encargaban de agredirle todo el tiempo.

“Era algo terrorífico”, afirma esta mujer trans cuando relata los episodios más duros que vivió mientras estudiaba en un colegio de la ciudad de Oruro.

Recuerda que sus compañeros de curso la encerraban en el baño, durante todo el recreo, y le empezaban a patear entre 10.

Le pedían que se comportara como hombre, pero no podía hacerlo porque se sentía mujer, y prefería aguantar los golpes durante todo el recreo. No obstante, considera que ahora es más fuerte por las golpizas que le dieron.

Tras más de 15 años de haber salido del clóset, su familia la acepta, pero todavía con algunos reparos.

“Mis hermanos me tratan como a su hermana, pero es probablemente porque ahora soy independiente”, afirma.

Actualmente, Chantal tiene una pareja, pero no está en sus planes tener hijos porque no se siente capacitada para educarlos.

Con su actual pareja se conocieron en una fiesta. Al principio, él no se daba cuenta de que Chantal era mujer trans y le tomó medio año aceptarlo cuando se enteró “porque él viene de una familia muy conservadora”.

Hay pocos lugares de ambiente

En Cochabamba hay pocos lugares de “ambiente” en los que se reúne la comunidad LGBT.

Si una persona quiere emprender un negocio de este tipo y solicita permiso a la Alcaldía, se lo niegan por la discriminación, afirma Chantal Cuéllar.

Añade que cuando alguien busca abrir un ambiente gay, en ese momento se les viene a la cabeza a los funcionarios perversión y orgía, cuando solo es un lugar donde se busca la confraternización.

Hay dos lugares de ambiente en Cochabamba, uno por la avenida América y otro por la calle Oruro, adonde van las chicas y chicos para compartir un momento. “Y como organizaciones nos reunimos también en estos espacios”.

La población LGBT acude a lugares heterosexuales para bailar, pero no pueden demostrar abiertamente su cariño, se abstienen por temor a que algún machista los golpee.

SOLEDAD Cuéllar advierte que la realidad de una mujer trans es muy triste: mueren solas y viven como promedio 40 años.

Se basa en un estudio que realizaron con la colaboración del Fondo de Población de las Naciones Unidas.

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